Imma es la influencer perfecta no sólo por tener una cara bonita y un estilo impecable, sino por su capacidad de empatizar con la gente: lee libros de Yoshi Rotten para estimular su cerebro, decora su casa con artículos de IKEA, defiende los derechos de la comunidad LGTBQIA+, cree firmemente en la necesidad de cuidar el planeta y ha aprendido a cocinar durante el confinamiento. Pero, como casi todo en la vida, Imma tiene un defecto: no es humana. De hecho, ha sido diseñada por la agencia Fred & Farid Shanghai para la marca de helados Magnum.
El universo de Imma está perfectamente diseñado y controlado en sus redes sociales: su estilo siempre sigue las últimas tendencias, jamás tiene una salida de tono o adopta una actitud censurable y siempre se muestra tranquila, razonable y tolerante. Se trata, por tanto, de la perfecta embajadora del helado verde sabor matcha de Magnum. Un sabor exótico al que, a diferencia de nosotros, los asiáticos están ya más que acostumbrados.
Hay estudios que afirman que los influencers virtuales generan tres veces más engagement que los de carne y hueso. En junio, por citar un ejemplo, el músico virtual Lil Miquela –que cuenta con 2.7 millones de seguidores en Instagram, apareció en un anuncio de Calvin Klein besando a la supermodelo Bella Hadid. Además, la pandemia de la Covid-19 abre nuevos horizontes a este tipo de influencers inmunes al virus, con los que se puede trabajar sin miedo al contagio.
