Es la promo hipermoderna. Porque es capaz de rascar las capas de maravilloso storytelling, de apropiarse culturalmente -y lícitamente- de "It", de trolar épicamente a la competencia, de hacer una transgresión elegante, de hacer conexión cultural con un evento tan potente como Halloween, de apoderarse del trending topic “disfracil” de ese año, de peliculón y fotazas, de hacer una demostración pura y dura del amor de sus consumidores por la marca, de provocar viralización de las de verdad, sin conservantes ni colorantes. Cuando apartas por un momento toda esta genialidad arquitectónica de estratos superpuestos, te aparece la más simple de las promociones: tú me vienes vestido de una cosa en un día en el que la gente se viste de cosas y yo te regalo algo. ¿No es magia pura que de algo tan básico se pueda generar algo tan fantástico? Es cierto que trabajar para la marca challenger siempre te cunde más, como diría Pacheco Jr. Pero, en este caso, teniendo en cuenta el histórico de troleos del rey de las hamburguesas hacia el gigante McDonald’s, me atrevo a afirmar que atacar -con más o menos brillantez- a la enseña del payaso ya forma parte del paisaje publicitario. Con lo que el reto es superior. Y la única manera de salir airoso es con una idea multisoporte de este nivel, producida espectacularmente, que nace y se desarrolla en los meandros digitales, pero que desemboca donde tienen que acabar las cosas: frente a la caja registradora del anunciante. Una promo que gana premios en branded content. Terrific!