Al principio, internet nació como una herramienta para el acceso libre y global a la información, pero con muchas limitaciones técnicas. La web 1.0 se movía a través de los hiperenlaces que te permitían encontrar todo tipo de información en cualquier parte del mundo. La web2.0 llegó con la creación de las plataformas sociales que propiciaban una mayor interacción además del acceso a la información, con la posibilidad de difundir y compartir un mayor volumen de datos. Pero en este punto las personas pierden el control de lo que comparten y reciben, dejando en manos de las grandes plataformas y empresas tecnológicas el dominio y manejo de todos los datos que fluyen por la red. Ese es un gran poder y son muchos los que piden devolver ese poder y control a los usuarios, volver a los orígenes de internet, que se suponía sería libre, segura y abierta. Y es eso lo que promete la web3.
Es ahora cuando tanto la tecnología disponible, como los aprendizajes obtenidos en estos últimos años de evolución, lo permiten, por un lado, porque gracias a la nube no será necesario guardar toda la información en un lugar físico ni descargar sistemas operativos en dispositivos, pero es en la tecnología blockchain donde se cimientan las funcionalidades más importantes de esta revolución, ya que facilita la descentralización de todas las transacciones de datos, de dinero, de procesos, no tendrían que pasar por los grandes bancos o empresas tecnológicas, y solo cada persona tendrá el control de lo que recibe y comparte, con mayor seguridad ya que la cadena de bloques incluye contratos inteligentes que garantizan la identidad de los implicados en cada transacción.
En resumen: