Me gustaría comentar cinco ideas que rondan por mi cabeza.
Todos vendemos. Mercadear es un oficio tan noble como cualquier otro. El marketing y la publicidad tienen que ganar diciendo la verdad. Para los incrédulos: la narración auténtica es la “mentira” que mejor funciona.
Mentir tiene consecuencias. Percibo que en algunos cursos de “mercachifles”, que han proliferado a lomos de la necesidad por la pandemia, se está educando en el embuste. Odio esto porque me imagino una generación de profesionales creando mejores relatos de marca y no mayores “engañifas”.
Mentir más no significa vender más. Es rotundamente falso que diciendo la verdad vas a vender menos.
Enrevesar no acerca: aleja. Dame tu correo a cambio del sorteo de una tele. ¿Por qué? No confío en ti, sé que no vas a hacer nada bueno para mí con ellos. Solo tú ganas.
La verdad nos sitúa entre pares. Un ejemplo: el Instituto Tramontana. No tengo nada que ver con ellos y, para más inri, hay alumnos en sus cursos que podrían serlo de alguno nuestro en IAB, por lo que -incluso- en cierto modo somos competencia.
Son sinceros, excelsos, reparan sus errores... ¡Y reembolsan el importe completo a quien acabe descontento con sus cursos! Hay una clarísima armonía entre su narrativa y su modo de hacer. Por eso no necesitan inversiones en anuncios. Nosotros somos sus anuncios. Nuestro oficio es demasiado poderoso (y bello) como para levantarse por las mañanas a engañar a los demás. Se vende más comunicando honradamente.