La obsesión por la privacidad y el control sobre los datos personales que cedemos a las marcas es una paradoja que nos hace permanecer alerta y cuestionarnos mucho de lo que hacemos en las redes sociales. El creciente interés por permanecer anónimos y “desconocidos” nos enfrenta a una tarea titánica. Los usuarios terminamos por mirar hacia otro lado o asumir nuestra responsabilidad y frenar de forma radical la compartición de datos personales en cualquier plataforma. ¿Abandonaremos Facebook, Instagram, Twitter, TikTok...? ¿Hay alternativa? ¿Estamos dispuestos? Como usuarios responsables, valoramos pros y contras de esta decisión, y es justo aquí donde agencias, marcas y público debemos encontrarnos, con la mirada puesta en un valor que tendrá un peso determinante en los próximos años: la honestidad.
La corriente reguladora nos empuja hacia la transparencia y seremos cada vez más conscientes de lo que compartimos y lo que los “otros” saben de nosotros, porque las plataformas se verán obligadas a contárnoslo. La honestidad es ahora la clave. Y la oportunidad. Debemos trabajar en la construcción de relatos sólidos para las marcas. Ahora es más importante que nunca demostrar a las personas que estamos preparados para impactar en sus vidas con servicios o experiencias que no dañan su privacidad sino que hacen de sus vidas algo más relevante.
Y luego hay que hacer pedagogía. Explicar mejor por qué marcas y anunciantes hacen lo que hacen es importante, pues detrás de cada contenido hay intencionalidad, pero el respeto debe dominar el mensaje. Siendo respetuosos conseguimos ser respetables.