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Nuevas elecciones: sin ajo, por favor

Nuevas elecciones: sin ajo, por favor
Viernes, 25 de octubre 2019

Para que termine este largo día de la marmota del que tanto nos quejamos en las redes sociales habrá que salir del bucle de alguna manera. Un buen principio sería reconocer que es una contradicción decir "no te vuelvo a votar como cedas ante ellos" para luego añadir "no voto porque no saben llegar a acuerdos".

En España las elecciones se cocinan con ajo. O sea, que repiten. Y claro, lo que quizás supo bien la primera vez da bastante asco la segunda. Solamente hay que ver el estado de las redes sociales estos días.

Como si eso sirviera para algo, una ola de indignación se ha volcado sobre un ente abstracto de existencia discutible al que comúnmente se llama “la clase política”, víctima propiciatoria de todas nuestras ilusiones frustradas. Con ello evitamos enfrentarnos a una realidad más difícil de aceptar pero no por ello imaginaria: nuestra propia responsabilidad ciudadana en todo lo que ha ocurrido en el panorama político recientemente. Para evitar este mal trago se ha inventado el actual concepto genérico “los políticos”, que en el gran debate online funciona como chivo expiatorio de nuestra propia intolerancia ideológica. Uno de los eslóganes con los que suele acompañarse la comparecencia de este comodín intelectual de “los políticos” es el ya famoso “no nos representan”; cuando probablemente sea todo lo contrario. Es decir, que sí nos representan, y más de lo que nos gustaría.

La autocrítica está bien, pero duele. Siempre es mucho más fácil sacrificar al chivo expiatorio en el altar de nuestra conciencia que admitir algunos hechos muy poco edificantes sobre nosotros mismos. Por ejemplo, nuestro propio sectarismo. Cuesta mucho reconocer que esos políticos a los que ahora señalamos como culpables de que no haya gobierno llegarían más fácilmente a los tan deseados pactos si les resultara más fácil explicar a sus votantes que se han puesto de acuerdo con otro partido a costa de algunas de sus metas o incluso de sus principios. Al fin y al cabo, ellos también están en las redes, leen lo que allí se proclama, y comprueban en forma y fondo que cualquier cesión va a ser interpretada por una gran mayoría como una derrota o una traición. Lo que de verdad debe quitar el sueño al presidente y a cualquier otro líder político español es la frase: “a ver como se lo explico yo ahora a mi gente”.

Por eso, la famosa culpa, que en esta campaña electoral va a ser la pelota de tenis que todo el mundo echa al campo contrario a golpe de raqueta, puede que no sea tanto de este o aquel líder de derechas o de izquierdas, sino probablemente nuestra, de los votantes, que no toleramos que nuestro líder ceda ante el otro y amenazamos con “no volver a votarle” si tiene la más mínima tentación de claudicar. A lo mejor por eso votamos tanto. Porque de tanto “no nos moverán” nos estamos quedando paralizados.

Lo paradójico es que la misma sociedad que no tiene cultura de pactos es la que pedía el fin del bipartidismo y usa la palabra “diálogo” como si su sola mención tuviera poderes mágicos. La misma que primero esgrime la retirada del voto como una amenaza y luego usa hashtags como #YoNoVoto para hacer apostolado digital por la abstención; es decir, por pasar de no votar a uno a no votar a ninguno y por inutilizar su mayor arma política.

Para que termine este largo día de la marmota del que tanto nos quejamos en las redes sociales habrá que salir del bucle de alguna manera. Un buen principio sería reconocer que es una contradicción decir “no te vuelvo a votar como cedas ante ellos” para luego añadir “no voto porque no saben llegar a acuerdos”. Porque o una cosa o la otra. El acuerdo sin cesión es un unicornio que tal vez pueda existir en la fantasía de las redes sociales, pero la política se hace en la vida real, donde los unicornios no existen; existen los burros y los caballos, que son menos bonitos, pero te llevan a sitios si aprendes a cabalgarlos. Por eso, escribir en las redes sociales que en esta nueva convocatoria electoral hay que cambiar los líderes podrá dejar muy satisfecho de sí mismo al autor de tan original pensamiento, pero sirve para muy poco más que eso. A lo mejor es mucho más urgente y práctico cambiar de votantes que de líderes.

Algún día lo comprenderemos... Y ese día, hasta tendremos gobierno.


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