Fieles consumidores del instante rápido, somos defensores a ultranza de la compra a golpe de clic y abanderados acérrimos de las relaciones líquidas. Consumimos de la misma forma cosas, alimentos y cuerpos. Nos hemos enganchado tanto a la facilidad y la rapidez con la que podemos conseguir las cosas que el “para toda la vida” nos suena a ficción.
Hace poco tiempo se abría el debate sobre el uso de la inteligencia artificial en el mundo de la música tras el revuelo levantado por un “ghost writer” por crear la exitosa canción "Heart on My Sleeve", una falsa colaboración entre Drake y The Weeknd que nunca llegó a realizarse y que fue retirada de las plataformas digital al haber sido producida gracias a la inteligencia artificial.
Porque, ahora, consumimos el éxito rápido, ahora ya todo el mundo sabe lo que queremos escuchar. Ya no hay que esperar, a golpe de chasquido tenemos la siguiente canción. Por eso, a estas alturas, donde hemos creado una nueva religión que rinde culto a la satisfacción inmediata, yo quiero seguir reivindicando lo analógico, el piel con piel. Que, aunque vivamos deprisa, la música la sigamos saboreando lento. Que la piel se nos siga erizando cantando a pleno pulmón en un festival. Que podamos seguir sintiendo esa conexión emocional que sólo nos genera la música en vivo. Porque en un mundo donde lo queremos todo para ayer, la música sea para siempre.
